18 julio, 2011

LA COMBUSTIÓN SOCIAL DEL CARBÓN MINERAL



Desde los años setenta el departamento vislumbró el amanecer del desarrollo por medio de la extracción y explotación de algunos recursos naturales, claves para la producción  energética. La extracción de carbón bituminoso en Cerrejón representó un respiro esperanzador para la población que pernoctaba décadas en el umbral de la pobreza, sin pronosticar la desgracia que tocaba sus puertas.

La extracción de carbón tiene parecido al efecto alucinógeno que generó la fiebre del oro en el oeste norteamericano. Los buscadores mineros hurgaban en el suelo desesperadamente por encontrar al menos un gramo del preciado metal, sin importarles el despojo de tierras a los indígenas y su genocidio. En ese tiempo, en Norteamérica nadie se interesó por la situación de los caídos en desgracia, pues el oro controlaba la sociedad con su éxtasis de ceguera y confusión.
En La Guajira, una parte de la población aún vive en el éxtasis ocasionado por la fiebre de la extracción del carbón guajiro desde los años ochentas. Dicha fascinación les impide ver los perjuicios de tal actividad económica que, al momento de operar, empezó una combustión en la sociedad consumiendo su estado de vida.
La fiebre del oro norteamericana solo fue un preámbulo comparativo del efecto “estimulante” que puede causar la minería para persuadir a la población de sus beneficios. En la época colonial en La Guajira existió la encomienda de oro. Los españoles avistaban las costas entre Riohacha y Dibulla, cometiendo los más atroces de los atracos: asesinaban a los indígenas guanebucanes para arrebatarles el oro en posesión.
Llegó el día en que los asesinos pretendieron conocer la fuente aurífera. Cuando lo supieron, consumaron el genocidio sobre los guanebucanes para arrebatarles su recurso. De esa extracción, ningún gramo de oro quedó en La Guajira. Aún puede extraerse oro de los aluviones, pero ¿quedará carbón mineral al departamento cuando lo agoten en su totalidad? ¿En qué lo habremos aprovechado? Todo saqueo colonial de los recursos se parece; comparativamente la del oro guarda similitud, incluso resta poca diferencia con la extracción de nuestro carbón bituminoso.
La firma multinacional a la cual el Estado colombiano entregó la concesión de extracción carbonífera, envió sus “esbirros” fuertemente armados a presionar a los habitantes de la zona minera a vender sus propiedades e irse. El precio que recibió la gente se traduce en estafa. Así como sucedió después en Tabaco, Manantial y Patilla, la población contra su voluntad fue obligada a dejar sus predios. La esperanza de los beneficios del carbón para ellos se convirtió en una tragedia.
De igual forma como entregó el carbón guajiro en manos de capitales privados, el Estado colombiano ha intervenido en brindar ayuda a la multinacional para que opere con facilidad. El pueblo se convirtió en el desplazado por la ambición de un recurso que debería estar rindiéndoles grandes beneficios; pero esos beneficios, aquí en La Guajira donde se extrae el carbón, han sido promesas falaces o simples sofismas de distracción.
Todo ello no llegó solo. En los medios de comunicación no se hace mención sobre esta problemática. En su práctica era tabú noticiar esa situación. Pero sí vemos todo el propagandismo que la firma multinacional hace para congraciarse: “El Cerrejón, carbón para el mundo, progreso para Colombia”. Y tiene razón, gran progreso genera al país con los billones que el Estado recibe de la extracción, exceptuando La Guajira que recibe menos de 150 mil millones de pesos en regalías y una que otras “obras de caridad” ejecutadas por la multinacional por medio de sus fundaciones “filantrópicas” y “ambientales”. Nada de eso cura el dolor del desarraigo cometido contra la población victima de la ambición.
La encomienda del oro ocasionó un grave desastre social en el pueblo indígena guanebucán y posteriormente el sufrimiento de africanos que trabajaron en los aluviones. Esa minería colonial ha sido perfeccionada a través de los siglos, no para convertirse en humanitaria sino para operar con más eficiencia. Los “esclavos” se rebelaron y huyeron a palenques en las montañas; ahora los mineros y sus familias “esclavas” de beneficios individualistas vienen a formar una especie de clase social llamados por algunos “cerrejoneros”, lo cual crea un foco “estimulante” en medio del descontento parcialmente social. Es ese el modus operandi de la colonización energética en La Guajira.

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